sábado, 10 de noviembre de 2012

Funicular de Bulnes, ausente.

Varios operarios realizan las primeras tareas de mantenimiento en once años en el remonte mecánico, que permanecerá cerrado hasta finales de mes, es increíble pensar que todos los días las personas utilizan este funicular y no ha tenido una revisión desde su construcción.


Desde el pasado 16 de octubre el reloj se ha vuelto a detener en Bulnes. La vida cotidiana en esta localidad cabraliega ha vuelto a ser como antiguamente. Desde esta fecha, los vecinos del único pueblo de Asturias sin acceso rodado soportan los primeros temporales y las primeras lluvias y nevadas del otoño sin la seguridad de su funicular. El remonte está en obras de mantenimiento por primera vez desde su apertura hace once años. Al pie del Urriellu han quedado media docena de vecinos y dos restaurantes abiertos.

Uno de estos establecimientos es el bar Bulnes, regentado por Mercedes Mier, quien no ha vuelto a bajar a Poncebos desde que se iniciaron las obras en el funicular. «Tengo problemas de vértigo y no he bajado desde el día 16», asegura. La despensa hace tiempo que la tiene llena de provisiones para aguantar hasta que el funicular vuelva a funcionar con normalidad a finales de este mes. «Mi padre viene de vez en cuando dando un paseo y me trae pan o yogures», dice. Mercedes da de comer en su restaurante a quienes suben a pie. «Siempre y cuando no llueva, sigue subiendo gente», dice. Ante la ausencia de prensa en papel, esta hostelera sigue la actualidad a través de la televisión y de internet. La palabra normalidad está en boca de esta vecina. «Tocamos madera. De momento no ha hecho falta que suba el médico», dice.

Rosa Guerra, una de las vecinas más activas de la localidad cabraliega, habla con resignación de la ausencia del único medio de transporte para acceder a Bulnes. «Estamos aguantando bien. Tenemos provisiones de sobra y esperamos a que las obras finalicen bien», asegura.

A la entrada del funicular, tres obreros de la empresa New Construcción S. A. trabajan de manera infatigable entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde. Desde el pasado lunes por la tarde limpian con chorro de arena las piezas y la estructura desmontada del vagón de carga del funicular. Los trabajos de limpieza se prolongarán por lo menos hasta la semana que viene, cuando harán lo propio con los vagones de pasajeros. El martes por la tarde iniciaron también a chorro de arena la limpieza de los bajos de uno de los dos vagones de pasajeros. Los tres vagones han sido desmontados por la empresa Leitner. Una vez estén limpias las piezas, serán llevadas a Vizcaya para su revisión.

Mientras las obras siguen su curso, el incesante goteo de turistas que llega al aparcamiento de Poncebos no cesa. Algunos de ellos tienen que cambiar sobre la marcha sus planes de subir a Bulnes en funicular. Los malagueños Enrique González y Rocío Martín son dos de estos turistas. Al ver las obras, cambian de planes y enfilan la ruta del Cares. «Nuestra intención era subir en el funicular y bajar andando», decían. Eusebio y Héctor Moreno revisaban en el parking sus mochilas antes de iniciar la ruta en dirección a Bulnes.

Padre e hijo volvieron a realizar la misma ruta que también juntos hicieron hace veinte años. «La otra vez que vinimos no había ni funicular. Yo recuerdo que subí en zapatos», aseguraba Eusebio, el progenitor. «Ha sido una sorpresa llegar y ver el funicular desmontado. No sabíamos nada. Menos mal que teníamos pensado subir y bajar a pie», señalaba Héctor.

El pacense Antonio Díaz se acercaba a ver trabajar a los obreros. «Me acabo de enterar ahora mismo de que el funicular está cerrado», indica tras preguntar a uno de los empleados de Alsa. «Subí a Bulnes hace muchos años, cuando el funicular ni existía. Hoy pasé por aquí expresamente para verlo y me ha llamado la atención encontrarlo desmontado», sostenía. Al enterarse del precio del billete de ida y vuelta (21, 50 euros), su cara cambiaba de expresión. «¿En serio que subir cuesta eso?», preguntaba. «Yo, por ese dinero, lo tengo muy claro: subo andando», señalaba.
 
Picu Urriellu
 

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