
Así, desde Ribadedeva y Llanes hasta Sotres y Tresviso, pasando por la sierra del Cuera, Panes, Trescares, Mier y Alles, en apenas 50 kilómetros, esta pareja trabaja y estudia con las abejas. En función de las diferentes flores que liban estos animalitos, se cosecha una u otra miel. Desde la de costa a la de alta montaña, pasando por la de valle y montaña. Un lujo. Y en el caso de los Picos de Europa y su entorno, gracias a un característico brezo, la setembrina o Cayuna Vulgaris, que sólo se da en altitudes por encima de los 1.200 metros, los apicultores obtienen la que ellos llaman «la gominola de las mieles», comentaba Noriega.
La miel de Cayuna, apreciadísima en toda Europa y entre los expertos paladares melosos. Un producto «muy viscoso, complicado de cosechar, muy oscuro y de potente sabor», resumía.
Este año la cosecha fue «ni buena ni mala, tirando a floja en la costa». De cada uno de los panales se obtuvieron unos 20 kilogramos de miel, «una cosecha de 6.000 kilos, la mayoría de montaña y alta montaña», resumía. ¿El principal enemigo de los apicultores? Además del mal tiempo del mes de mayo, el despoblamiento de las colmenas. Una epidemia a nivel mundial que se viene estudiando desde los años 80 y para la que ya parecen haber encontrado al culpable. «Las últimas conclusiones dicen que la causa principal es la Varroa Destructor, un ácaro que es parásito de las abejas que debilita a las colmenas y da entrada a otras enfermedades, como una diarrea que afecta a las abejas», comentaba Noriega.

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