Uno de los pájaros menos conocido, pero más interesantes de la avifauna española es el Treparriscos Tichodroma muraria El macho en plumaje primaveral tiene la garganta pecho y parte de los carrillos de color negro intenso. Las alas son muy grandes redondeadas y desproporcionadas al tamaño del pájaro. Este las agita continuamente en una lenta y curiosa acción, desplegandolas de forma que quedan bien al descubierto las manchas blancas redondeadas (8 en cada ala) de las negruzcas primarias y el color rojo carmesí de gran parte de las alas (plumas cobertoras y base de las primarias y secundarias). El resto del plumaje es gris incluyendo la corta cola en la que se pueden apreciar unas pequeñas manchas blancas en el extremo de las rectrices externas y menos destacadas en el resto. Inmediatamente después de la época de cría los adultos sufren una muda completa, alcanzando entonces el plumaje de invierno en el cual la garganta es blanca o blanco grisácea lo mismo que el pecho y los carrillos.
Las hembras en primavera se diferencian de los machos por tener la garganta blancuzca con sólo una zona central grisácea o en algunos casos una pequeña mancha negra. En el invierno es difícil poder separar los sexos por el color del plumaje. Ambos tienen la garganta blanca o blanco grisácea. En abril se produce la muda que transforma el color de la garganta y el pecho. Una tercera parte de las hembras no muestra mancha negra alguna en la garganta durante la temporada de cría. Probablemente como estima Löhrl (1967), se trata de hembras en su primer año de vida. Los jóvenes se reconocen antes de la muda por la uniformidad de su plumaje que es completamente gris, excepto las alas que ya son como las de los adultos, con las 8 manchas blancas en las primarias y el rojo carmesí de las alas. El pico es otra característica inconfundible. Muy largo, delgado y curvado hacia abajo tiene color negro lo mismo que las patas. Los ojos son pardo negruzcos.
El Treparriscos es un pájaro de aspecto inconfundible, del tamaño de un agateador, pero con las alas tan largas que cuando están plegadas apenas dejan entrever la cola cuyas rectrices están terminadas en manchitas blancas. Las grandes alas le dan la apariencia de ser mayor de lo que en realidad es cuando se le puede coger. Continuamente revolotea frente a los acantilados o roquedos de montaña, casi siempre abriendo mucho las alas y mostrando claramente la llamativa coloración y el contraste de rojo, negro y blanco. Salta de roca en roca apoyándose sólo con los pies y cuando asciende por una pared vertical va dando pasos con los pies bien apoyados en la roca y ayudándose con las alas a intervalos. Si en su camino encuentra un saliente pronunciado, revolotea hacia afuera para salvarlo antes que rodearlo. Estos continuos vuelos y revuelos son los que hacen que pueda ser descubierto pronto si se presta atención a un roquedo en la alta montaña.
Durante la época de la reproducción habita cortados rocosos, paredones verticales y rara vez pedrizas. En el otoño desciende de nivel y frecuenta entonces ruinas de edificios, construcciones de piedra, muy frecuentemente torres de iglesias y castillos, etc. A menudo en taludes pedregosos sobre ríos de montaña y alejándose con frecuencia bastante de su normal hábitat hasta acantilados costeros. Se le puede ver en primavera por encima de los 2.000 metros y no rara vez más arriba del límite de la nieve. En Europa ha sido encontrado en los Alpes hasta los 2.700 metros y en Asia en el Himalaya hasta los 5.000 metros. También en los Pirineos alcanza cotas superiores a los 2.500 metros. En los Picos de Europa supera los 2.000 metros, pero se ve muy frecuentemente en zonas más bajas durante la primavera. No es un pájaro difícil de observar a no ser que permanezca quieto. Vuela de un paredón a otro indiferente a nuestra presencia y entonces se aprecia bien el color rojo de las alas y su aspecto y actitudes como de gran mariposa o murciélago. Si pasa de un cortado a otro o al mismo un poco más lejos, lo hace descendiendo de nivel como los agateadores para inmediatamente iniciar la ascensión con gran facilidad y agilidad, penetrando en grietas y cuevas por las que anda casi colgado cabeza abajo de las patas, desplegando las alas y revoloteando. Las largas uñas le facilitan mucho esta operación, pero a diferencia de lo que sucede con los agateadores, no se apoya en la cola para la escalada. Ocasionalmente se cierne aprovechando el viento o la corriente de aire que se forma entre los roquedos, permaneciendo así unos segundos con las alas casi inmóviles, hasta que inesperadamente se deja caer en picado con las alas plegadas junto al cuerpo, muy a menudo desde considerable altura, posándose suavemente en los bajos de una pared vertical, desde donde inicia inmediatamente la nueva ascensión. Su actividad parece ser mayor en días nublados y sobre todo a determinadas horas. Más al atardecer que durante el resto del día y buscando siempre lugares y roquedos a la sombra, donde resulta difícil de descubrir. Siempre se le ve solitario o todo lo más en parejas. Ver cuatro juntos es probable solamente pasado el verano y en el invierno. Su territorio es muy extenso y es difícil poder calcular qué extensión de paredones rocosos puede ocupar una sola pareja. Löhrl estima como probable que lo mismo en primavera que en el invierno su territorio de caza puede extenderse 500 metros a cada lado y hacia arriba en un cortado rocoso. Calcula mayor extensión para gargantas de ríos, unos 1.000 metros.
Su alimentación parece exclusivamente animal, comiendo insectos de todas clases y también arañas. Con el pico largo y delgado capturan innumerables crisálidas que encuentran entre las grietas de las rocas. En el invierno su dieta está basada principalmente en moscas y arañas en hibernación. Los pollos en el nido son alimentados sobre todo con mariposas nocturnas a las que previamente han desprovisto de las alas. Cada vez que llegan al nido conducen en el pico tres o cuatro de ellas. Muchos insectos son capturados al vuelo, realizando para ello acrobacias y quiebros en su persecución.
No puede decirse que el Treparriscos sea un pájaro muy sonoro. Emite continuamente unos débiles y finos silbidos que solamente pueden ser escuchados a corta distancia, lo que no siempre es fácil. En pleno campo es muy difícil con los ruidos exteriores de la Naturaleza, poder oír claramente su voz. Canta con simples y suaves silbidos repetidos, tanto en primavera como en invierno.
También en los riscos y en las paredes de la Basílica de Covadonga (Asturias) durante los últimos meses del otoño pueden verse y escucharse los treparriscos. En otros lugares resulta difícil por la distancia y el ruido percibir su voz, que en algunos pasajes me recuerda a ciertos trinos del Colirrojo Tizón Phoenicurus ochruros.
El Treparriscos comienza la reproducción en los primeros días de mayo. Normalmente hay bastante nieve en los alrededores del lugar, pero los paredones verticales están ya limpios de hielo. Los nidos están siempre situados en agujeros o grietas de la pared rocosa, a menudo a bastante profundidad en su interior, tanta que más de un alpinista fue incapaz de llegar con su brazo hasta ellos.
El nido está formado por buena cantidad de hierba seca y musgo, forrado interiormente de lana y crines. Recuerda mucho al del Herrerillo Común y es pequeño en diámetro, pero voluminoso. Se han encontrado nidos en grietas o agujeros de edificios, pero excepcionalmente. Esto supone niveles más bajos que los normales. Geroudet (1962) cita cinco nidos en Suiza entre 350 y 550 metros, pero la mayoría están allí por encima de los 1.000 metros y por debajo de los 2.500. En Iberia los más bajos observados hasta ahora están a 700 metros en los Picos de Europa y la mayoría por encima de 1.200 metros. En los Pirineos a mayor altitud. La puesta consiste normalmente en 4 huevos, pero 3 y 5 también son corrientes. El color es blanco y están profusamente marcados con puntos rojizos o marrones, que con frecuencia se acumulan en el extremo más ancho. Lóhrl (1970) considera que son «similares a los de los páridos o agateadores, pero con sólo unos pocos flecos de color pardo».
La incubación dura de 15 a 17 días. Los pollos, que al nacer están parcialmente cubiertos con plumón gris, permanecen en el nido o fuera de él, pero sin salir de la grieta o agujero, por lo menos 26 días y cuando salen vuelan muy bien. Sin embargo, a partir de los 18 días ya asoman en demanda de alimento a la boca del agujero y mientras no son cebados permanecen allí echados al sol, como anticipo de lo que luego harán cuando adultos, frecuentes baños de sol sobre las piedras con las alas bien desplegadas y la garganta apoyada en el suelo. Estas actitudes pueden ser observadas sobre todo en las primeras horas de la mañana, pues sabido es cómo este pájaro rehuye el fuerte sol del mediodía.
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