Algo la está llamando, algo que hace de ella un animal que busca en la noche. La osezna que una pareja de turistas rescataron cuando deambulaba herida por las carreteras de Somiedo está a punto de vivir un cambio fundamental en su ciclo vital.
El animal saltó de los montes a los titulares informativos cuando era un esbardu, una cría, huérfana, además, de la madre que decidió dejarla atrás para no poner en peligro al resto de la prole. Tras meses de cuidados en Cabárceno, la Consejería de Medio Ambiente optó por liberarla, en noviembre de 2008 para que enfrentase su destino en libertad. Pesaba entonces 28 kilos.
Ahora se ha convertido en una experta en el arte de la supervivencia, una mole peluda de «entre 70 y 90 kilos», calcula Roberto Hartasánchez, presidente del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes(Fapas). Las cámaras de su programa de control del oso en la cordillera captaron hace unas semanas la última fotografía que se tiene del animal. «La identificamos por el crotal que lleva en la oreja izquierda», aclara el ecologista. Eso es ya lo único que impide el retorno al anonimato visual de un animal que ya tiene poco de cría.
Cuentan los estudios que estas navidades la osa se dejará vencer por el letargo de la discordia. En puridad, la hibernación estricta es un proceso irreversible de aletargamiento como el que protagonizan algunos roedores cuya temperatura corporal cae 25 grados. Los plantígrados sólo se enfrían entre 4 y 5 grados, y son capaces de despertar, lo que ha llevado a algunos estudiosos a denominar lo suyo más un «sueño invernal» que otra cosa.
Lo que está claro es que este animal sí cerrará cerrará los ojos durante meses. La última revelación en materia de hibernación son las osas que se mantienen activas todo el año, pero «siempre que las hemos visto iban acompañando a las crías, cuya alimentación es la que les quita el sueño», explica Carlos Nores, vicepresidente de la Fundación Oso Pardo (FOP).
No es el caso de la osa más famosa de Somiedo. No por el momento. Entre enero y marzo, cuando ande echada en una cueva que, según las observaciones de la FOP, debería rondar los 4,5 metros de longitud, el animal cumplirá los tres años. Según las anotaciones publicadas por Santiago Borragán, del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, la pubertad y su llamada al sexo asalta a los plantígrados «entre los cuatro y los seis años de edad». Claro que su experiencia era con manadas de osos cercados y bien alimentados. En el monte, sin ningún tipo de control, «entra dentro de lo posible que la osezna pase su primer celo la próxima primavera o lo haya tenido ya», apunta Hartasánchez.
De momento, quizás por ello, el presidente de Fapas advierte un curioso cambio en el ejemplar: cuando se reencontró con la naturaleza «era diurna y ahora, por lo que vemos, inicia su actividad cuando cae el sol, lo que le acerca más al resto de osos que deambulan por la zona».
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